Es verdad, la terapia es para los valientes, porque hay que serlo para mirar dentro de uno, mirar lo bueno y lo malo, reconocer, lo propio, lo que me dolió, lo que me dañó hasta el punto que necesité hacerme una máscara, una coraza un traje de supervivencia.
Hay que tener coraje para abrir una herida infectada, que duele, para ponerle agua oxigenada y que al final pueda sanar.
Hay que poder reconocer las cicatrices, esas que me hacen menos flexibles o me limitan el «movimiento».
Tiene uno que ser fuerte para abrazar su sombra, aceptarla y amarla.
Y hay que entender que no todo en mí lo puedo cambiar, porque también hay un trabajo de entendimiento y aceptación de quien soy y como soy. Esto es algo que aprendí con la astrología (soy una gran aficionada a la astrología psicológica), entender que hay rasgos de mi personalidad que siempre van a ser como son y que puedo aprender a gestionar para que no supongan un problema para mí, pero que no los voy a poder modificar, por muchas terapias que haga.